domingo, 30 de octubre de 2011

Funes, un gran amor


Bajo el signo de Escorpio, justo el día que nació Maradona, Guibu vuelve a clavar su aguijón afilado por el sacapuntas. Sí, como lo ven y lo leen, volvieron Funes, Cornelio y sus amigos en la segunda parte de la saga dibujada más estimulante en niveles osunos (aunque esa palabra nunca se haya pronunciado aún en la historieta), y principalmente deleitosa para quienes aman a los daddies de panzas ociosas. Con más sofisticación visual, algo de la técnica renovada, las nuevas aventuras prometen rumbos inéditos para el porno-erotismo folletinero. Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero la pornografía emocional lo desmiente: el segundo es mejor que el primero, porque ya no se hace solo por saciar la calentura, sino por el puro placer de hacerlo. Eso, a clickear en El ósculo hirsuto 2, y a gozar sin dietas.
Y hay algunas informaciones sobre la primera parte si aprietan este link.

viernes, 28 de octubre de 2011

Graffiti Bridge


Habría que aislar a la película Contagio, estrenada ayer, para que no contamine al cine actual con su infecciosa forma de encuadrar, tan penosamente artistosa, y con esa imaginación paranoica tan típica del pensamiento de clase media estadounidense, pacato y solemne, xenofóbico y machista, que se repite en cada paso estético y narrativo. En esta ficción conservadora sostenida con un relato soporífero, hay un par de gestos ínfimos y brillantes (en los márgenes de los productos industriales de Hollywood hay siempre un filo que se hunde, de una manera u otra, en la fiebre contemporánea). El primer gesto a destacar es la actuación de Laurence Fishburne, que siempre es odioso y acá está querible en su íntima y cálida desesperación pasiva (además, tiene un sobrepeso más que apetitoso). Como yapa, se enuncia de taquito una impecable definición de bloguear en el mejor diálogo de una película más bien burocrática en sus parlamentos, que sí tiene buenos clips con música de consultorio de dentista del futuro. El periodista bloguer Alan Krumwiede, interpretado por el casi siempre insulso Jude Law, quiere entrevistar al Dr. Sussman, encarnado por Elliot Gould, quien lo rechaza con este argumento: "Bloguear no es escritura. Es graffitti con puntuación" (en el original: "Blogging is not writing. It's just graffiti with punctuation"). Estoy de acuerdo, pero le cambiaría el signo negativo con el que lo dice el científico. Si bloguear modifica el estatuto de la escritura, tanto como su forma de circulación, perfectamente podría no llamarse así porque opera en otros niveles. ¿Postear es escribir? Bloguear es otra cosa, o más bien es cualquier cosa, y por eso efectivamente es más parecido a manchar una pared en la calle, sin mucho más permiso y legalidad de la que habilitan la condición, la habilidad de la o el bloguer. En efecto, hace apenas días, decidí crear un blog sobre stencil graffiti en la vía pública, ni en museos ni en espacios privados, donde las palabras no delimiten las expresiones visuales. El puente entre el graffiti y el blog estaba trazado antes del contagio.
Eso sí, como personaje bloguer del cine prefiero a Julie Powell (Amy Adams) en Julie & Julia (2009) de Nora Ephron: ella enseña que leer y escribir es acción y, también, cuál es el gesto más genial para dejar en el libro de comentarios de un museo.

lunes, 24 de octubre de 2011

Stencilismo


El blog es un viaje de ida (a ningún lugar, porque el hipervínculo es prácticamente eso). Y ya voy por el segundo: mi vicio número dos se llama Stencilismo, y está dedicado a fotos de stencils que encuentro por la calle. Puede que exporte de acá, de allá o más allá, algunos de mis propios stencils posteados aquí. Lo cierto es que, a diferencia de este blog que están leyendo, aquel no tendrá más palabras que las fechas de cada entrada y los links del costado, que ahora son solamente dos: quiero que dominen las imágenes sin epígrafes, sin anclajes, ni nada que las explique (sin aclaración de procedencia ni de autoría ni nada de eso), tal como es la experiencia de cruzarse con un stencil en la calle (aunque los comentarios están autorizados, claro, porque están fuera del campo visual donde está la imagen). Eso. Veremos como evoluciona, involuciona o simplemente se desarrolla, si es que alguna de esas tres cosas le pasan a un blog que recién existe desde ayer. Es decir, todo lo que planteo acá puede ser modificado, destruido o acatado en su totalidad o en parte. No doy garantías de nada (en eso de vivir sin firmezas, sin promesas, internet es una cómplice perfecta). Es más, ni siquiera puedo asegurar que llegue a la tercera entrada.

viernes, 21 de octubre de 2011

Godzilla va al Jockey Club


Tercer día de mi recorrida por la capital tucumana, cansado de pasear por el Centro, peatonales y demás me decido a almorzar en el Jockey Club, frente a Pza. Independencia. Subo por una escalera de mármol y barandas doradas; me esperan salones principescos, mozos con guantes blancos, seis cubiertos, sillones de cuero, vitreaux con iconografía neoclásica. Lxs clientes estaban todxs de traje o elegante sport, promedio de edad 50 años; yo, en bermudas, remera de Acción mutante, zapatillas, medias no haciendo juego y anteojos negros imitación ray bans de marco turquesa y patillas amarillo huevo, y cargaba una bolsita de plástico de una librería de saldos con tres revistas de cómics de sexo y violencia para "adultos de verdad". Fui al Jockey porque estaba entre las propuestas del voucher del festival de cine donde era jurado, y ya estaba un toque podrido de comer en el restorán con "horno de barro a leña de quebracho".
Todxs lxs clientxs me ignoraban, yo era como un fantasma para todxs menos para los treinta mozos que revolotean a tu alrededor. Era como si en la distinguida diplomacia que reinaba en el Jockey Club estaba incluida la idea protocolar de que si aparece godzilla a pedir un plato de locro nadie tiene que inmutarse. Igual en un momento pensé que iban a traer una mampara o un biombo para taparme, para que no quebrara la estética del lugar con mi presencia. La elegancia imperante parecía también implicar que todo el mundo hablase muy bajo, lo que impedía que, estando a menos de un metro de otra persona, pueda entretenerme escuchando conversaciones ajenas, deporte perfecto para alguien que almuerza solo en un restorán. Me puse a leer un cómic queer.
Para ir picando me trajeron unas tostaditas con una pasta de remolacha (de color muuuyyy gay, como correspondía al ambiente). Riquísimo, pero se me metió en una muela cariada que espera pasar a mejor vida. Lo llamo al mozo y le pido un escarbadientes. Se va, tarda cinco minutos, vuelve y me dice que no tienen. Me río de mi propia idiotez.

miércoles, 19 de octubre de 2011

El deseo hirsuto


Viajé a la provincia de Tucumán por primera vez. Fui jurado del Festival Tucumán-Cine, que termina hoy. Además de ver la media docena de películas que me faltaba para completar todas las que tenía que evaluar, tuve tiempo para probar el milagro de las empanadas de mondongo (fue mi amiga Marina Y. la que me había recomendado ese manjar secreto). Y también conocí a mi historietista tucumano de culto, Guibu, con el que paseamos por la capital tucumana. Como él insistió en regalarme originales de sus dibujos, yo, para devolverle el favor, le improvisé en mi habitación del Hotel del Sol una viñeta autobiográfica a lápiz, sobre mis fantasías con los protagonistas de su saga peluda El ósculo hirsuto. Guibu escaneó mi humilde regalo y acá lo (y me) tienen, en pelotas. Soy todo suyo.

Para ampliar pueden ir a la nota sobre El ósculo hirsuto o a la entrevista a Guibu.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Viva La Pepa


Muchas de las formas de post-identidad a las que me gusta pertenecer, aunque sea solo por instantes, son un invento personal, intransferible, una manera de mutar en el mundo, formas que vivo públicamente pero nombro en secreto, en mi intimidad lisérgica. La post-identidad que más me gusta, y que vuelve más seguido que otras, es la de putorta, fusión de putez y tortez, porque creo que soy un poco las dos cosas (¿y ser un poco puto y un poco torta no es ser muy trans?). Lo primero que aparece googleando "putorta", es un link (desactivado) de una "putorta de banana", lo que me confirma la entidad queer de esta anti-categoría. Este año, entre mis actos putortilleros, estuvo el viaje al juicio por el asesinato lesbofóbico o crimen de odio de La Pepa Gaitán, para el que corté y pegué un flyer punk fanzineroso que fue repartido en una Radio Abierta en la peatonal de la capital cordobesa el último 3 de agosto. Después, el flyer se usó para ilustrar una nota en el suplemento Soy y fue incluido en el archivo lésbico Potencia tortillera, que se inauguró en Casa Brandon hace poco, donde me sentía como una pequeña, ínfima porción de la torta colectiva. Y también usamos el flyer en un comunicado de la CHA y fue difundido en Indymedia y otros sitios. Así que estoy contento de que mi consigna putorta haya tenido tanta vida viral. ¡Soy una putorta virósica!

jueves, 6 de octubre de 2011

Todo el ano es carnaval


Sí, así, como leyeron, el ano carnavalesco es el de Ocaña, que vuelve, reconvertido en documental biográfico. Anarcomarica andaluza que fue Icaro, porque voló y llegó hasta donde le dieron las alas. Y antes que el fuego solar lo aniquilara, llegó muy lejos, tanto que su altura todavía merece recordarse, como lo hace Ocaña, la memoria del sol de Juan J. Moreno. Murió quemada pero todavía brilla y arde. Mi nota en el Soy da un poco más de información, y si pasan por el Festival de Cine Inusual sabrán días y horarios para verlo.


Para ver y leer más sobre Ocaña en este blog, pueden pasar por acá, más acá, allá y más allá.