domingo, 25 de septiembre de 2011

Shock Rock


Comencé a ser adolescente en los '80 (desconozco si ya dejé de serlo), y en esos tiempos de jeans nevados fui un fanático instantáneo de Ramones desde que algún amigo (no estoy seguro de recordar quién), me grabó un cassette con Leave Home y Road to Ruin, hojas de ruta para empezar a dejar mi casa y encontrar el camino hacia la ruina personal, un deseo de nihilismo adolescente básico. Entre esas derivas para encontrar el lugar en el mundo para perderme, caí en la galería Bond Street, que me parecía de un chetismo insoportable, pero que para alguien criado en Barracas y Lanús, igual tenía algunas tentaciones asquerosas e irresistibles. Entre ellas, mi disco duro recuerda perfectamente un vinilo de Ramones, Brain Drain, que me guiñaba el ojo detrás de una vidriera, pero que era inalcanzable para mi presupuesto (y el de toda mi familia). Recuerdo mi baba frente a semejante objeto: la imagen pink-gore perfecta de la tapa del vinilo, (algo así como el grito de Munch imaginado por la cabeza borradora del Lynch pintor), estaba interrumpida por el diseño pop de una calcomanía (en esa época los stickers se llamaban así) que delataba su procedencia brasilera. Un disco importado era algo que nunca entró a ninguna de mis casas hasta fines de los '90, soy una de las tantas personas que también fue bastante poco agraciado económicamente durante gran parte del menemismo (eso sí, contradicciones del sistema, ese mismo menemismo me permitió ir a ver Ramones a la cancha de River por un precio ínfimo, no voy a negarlo). Lo cierto es que mi primera compra por internet fue otro objeto preciado para mi colección ramonera: The Weird Tales of The Ramones, un cómic acompañado por una compilación de tres cds y con un dvd del documental Lifestyle of The Ramones. Todo el combo visual (que se pude descargar por aquí), gira alrededor de una veta importante de la estética Ramones, que es el cine de terror berreta, la pasión por Roger Corman, las películas B y lo visceral de la experiencia del shock que tradujeron a su estilo de punk-rocket, algo retro en su reminiscencia de las estética de las historietas de terror cincuentosas (una de las historietas ramoneras es en 3D, una experiencia alucinante, con muertes en electroshock que se ven en relieve). Esto me hace acordar cuando fui a ver Cementerio de animales en 1989, el "día del cine", que era un día especial donde comprabas una entrada y podías ver todas las películas que quisieras, en cualquier cine. Pasando de un cine a otro, entre multitudes, fui a ver Arma mortal 2, Cazafantasmas 2 y Cementerio de animales de corrido, que estaban en cartel al mismo tiempo, y creo que ese día terminé de convertirme en un cinéfilo devorador, de esos que no se conforman con una película diaria. Todavía recuerdo perfectamente mi emoción cuando un camionero maneja escuchando al taco en su stereo "Sheena Is A Punk Rocker" (¿realmente pasaba eso o mi memoria edifica mentiras de ensueño?). Igual, la mejor experiencia musical, para mí, es ese viaje, sea real o imaginado (o mejor, que sea cinematográfico, que es esas dos cosas a la vez).

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