domingo, 26 de octubre de 2008

La muchachada de abordo


Los grandes valores de Muchachada nui son incontables. En su bloque de found footage "Mundo viejuno", que comúnmente está en la línea de What's Up, Tiger Lily? de Woody Allen, hicieron un capítulo sobre el cambio de la televisión digital a la analógica que parece guiado por las ideas del détournement según las planteara Guy Debord. En otras palabras, los muchachos se apropian de una película ajena y la desvían ideológicamente para denunciar la parodia de los aparatos tecno-represivos del Estado. Y a Virilio seguro le gustaría verlo.
La revolución está siendo televisada, por suerte, y también se puede ver en YouTube. Qué viva el pixel.

Gracias a Masa por el hallazgo de este "Mundo Viejuno".

viernes, 24 de octubre de 2008

La lógica del accidente


Salí con el tiempo suficiente para llegar puntual en bondi a La Plata: iba al FestiFreak a dar una charla. Accidentes varios, fuera de todo cálculo, hicieron que llegara media hora tarde. Igual, todo bien, conceptualmente hablando: el accidente era el eje de mi charla. Más exactamente, el video como tecnología del accidente. Primero se proyectaron algunas experiencias con video que terminé recientemente: Divine SM, VHS y pin-up bud [dream]. Después, algo guiado por Virilio, Sontag, Barthes, Debord, Danto, Warhol y otros, como un marco collage, traté de defender, estimular y actuar el accidente como parte de un lenguaje audiovisual en busca de su autarquía (o de su inteligencia, que es casi lo mismo) pero no como campo separado del mundo sino como un índice (pero ya no la imagen foto/video/gráfica como índice, sino los procesos tecnológicos accidentados como indicadores de la complejidad de los desarrollos de las formas modernas del cuerpo, de los lenguajes, de las políticas, de la belleza).
Después me di una vuelta por el recital freak para escuchar el ruido de Javi Punga; y nada podía ser más oportuno que las primeras líneas de su hipercanción mdma: "la noche se entrega como un frasco de merienda, ojos de granadina se transportan a la fiesta". De ahí ejectados a la cena en Antares (¡por fin probé sus celebérrimas papas!), donde cayó el Gato medio perdido y nos dijo que iba a otro lugar a tomar algo. Y antes y después de Antares, como siempre, un paseo motorizado sin mapa por la oscuridad de la luna platense, donde el accidente es ley. Primero casi nos hacemos bolsa en una rotonda traicionera escuchando los ruidos del último normA; después tratamos de buscar el lugar del Gato y nos perdimos, pero vimos la luz gracias a un gato real con ojos de fuego que caminaba por la calle con una gallardía de perro guardián. Y ahí encontramos La bicicletería (¿o era La bicicleta?), un bar-resto que casi desafía en confort bizarro a Edgardo (71 e/ 17 y 18). Estaba en frente del C.C. Favero (117 y 40), y recordamos el accidentado recital acústico de El mató a un policía motorizado de hace varios meses, con irrupción escénica psicótica y final con pantalón roto y culo al aire. A todo esto, La bicicletería estaba cerrada pero nos dejaron pasar para ver si la pandilla del Gato aún estaba adentro. Ni huellas. Así que divagamos por ahí hasta perdernos ("No tengo idea dónde estoy", Masa dixit). Pero encontramos el norte y pasamos por el lugar platense favorito de Masa: ¡la fábrica de hielo atendida por astronautas! Otra noche en La Plata Freak: la ciudad del accidente diagonal.

martes, 21 de octubre de 2008

Chicas ruteras


Erotómano y fetichista, Russ Meyer fue el máximo revolucionario del sexo en el cine: sus primeras películas se propusieron sacar la belleza opulenta de los cuerpos desnudos de los campos nudistas, lugar donde se recluían en las primeras nudies de exhibicionismo ingenuo. Con narraciones más elaboradas, con una mayor destreza visual acuñada en su cine de guerrilla en las trincheras reales, Meyer destapó su fantasía sin pudor para sacar al erotismo cinematográfico de la puerilidad en la que todavía estaba en los ’50. Contra cualquier discurso del puritanismo estadounidense, parodiado en sus películas a través de narradores moralistas o de maniáticos religiosos, no era difícil que la temprana sensibilidad queer se identificara con el voyeurismo ilimitado de Meyer. Los melodramas lujuriosos como Lorna (1964) eran un festín para el gusto camp que prefería el gesto ampuloso femenino y el modelo de la supermujer: la idea era amplificar los rasgos femeninos no como caricatura sino como forma de volverlos totémicos, poderosos. Y ahí estaban las infinitas tetonas protagonistas de todas las películas de Meyer, descendientes directas de las pechugonas fellinianas, pero en versiones activas de heroínas de acción violentamente sexuadas, nunca meros objetos de la mirada masculina. Y de ese molde mujeril sale su clásico queer por excelencia, la película de un culto casi infinito: la road movie lésbica Faster, Pussycat! Kill! Kill! (1965). Con tres mujeres al volante, Meyer lleva el subgénero de las chicas malas a su máximo volumen sexual. La película trata de seguir la velocidad de tres mujeres a la deriva de la ruta, pero la cámara no alcanza para encorsetarlas. La más inabarcable de las tres es Tura Satana, que se convertirá en una leyenda de carne, hueso y tetas: será la dominatrix lésbica más deseada, con una gracia que será la envidia de cada drag queen que se precie. Apretada en un catsuit negrísimo, el pelo ala de cuervo y mordiendo unos cigarros de spaghetti western, Satana es una heroína marcial de glam recio que combina judo y karate para quebrar los huesos de cada persona que intente desafiar su libertinaje. Como un tajo a mitad de la década del ’60, esta película partía el erotismo tuerca y fierrero de taller mecánico, mayoritariamente masculino, hasta convertirlo en potencia mujeril. Al lado de Satana, el Marlon Brando de El salvaje y el James Dean de Rebelde sin causa eran poco más que monigotes de cuento infantil. Meyer hizo que las típicas femmes fatales de los ’40 y ’50, esas viudas negras que devoran al macho en todo film noir, salieran definitivamente del closet.
(Para leer el resto de la nota sobre el culto queer a Russ Meyer, en el último suplemento Soy).

sábado, 18 de octubre de 2008

Líneas del futuro


Acá en Córdoba, más exactamente en Cortópolis, lo que llega a dominar este festival bianual de cortometrajes, es la animación: los dibujos y muñecos conmueven con una vitalidad cinética desencajada en las pantallas del Cineclub Hugo del Carril. Pero no sólo porque hay una retrospectiva de los oscuramente cautivadores hermanos Quay y porque se presenta la próxima edición local de Anima'09; sino especialmente porque las versiones vernáculas del corto animado en la Muestra Competitiva señalan un presente y un futuro cargado de sofisticación y fuerza audiovisual.
Ham (Jamón) (Nico Di Mattia, Córdoba, 2007) y Chamuyo (Albertina Mazzini, Córdoba, 2007), dibujos animados cargados de inteligencia visual, proponen una visión minimalista y visceral de momentos de amor/odio animalizado, ambos en un blanco y negro que serpentea como barrilete recreándose en cada segundo. La legendaria Clara Confederación de Almagro (Ana Martín y Alicia Rosenthal, Buenos Aires, 2008) es stop motion virtuoso, malabar de plastilina en clave de gerontofilia circense, algo retro pero nada nostálgico. Y Los pecadores (Pablo Polledri, Buenos Aires, 2007), premiado en el FestiFreak del año pasado, es la perversa comedia de los pecados capitales dibujada como un South Park de una sola viñeta donde ocurre una breve historia carnavalesca de la aberración. Y en este mismo paquete tal vez se pueda ubicar cómodamente a Videogames (Javier Cabrera, Buenos Aires, 2008), reconstrucción del arte de los videojuegos en un recorrido aventurero y fetichista del pop visual adolescente. Game over.

lunes, 13 de octubre de 2008

Cybercafé


Unos meses atrás, nos citamos con Mónica Heller en el café La Giralda (¡qué demodé!), para resolver burocráticos temas que nos involucraban "profesionalmente". Pero en el encuentro, nuestro punto de interés terminó siendo la experiencia del video en las nuevas formas de flujo digital a través del cyberespacio. Y, con una pasión inesperada, surgió una discusión donde me deslicé en el ensayo de una argumentación, que ella resumió en su blog en una entrada de hace dos meses. Es un tema importante para mí la expansión del video digital a través de internet y la experiencia de youtube, aunque tratar de pensar sus resultados me lleva a lugares absolutamente contradictorios, que van del desprecio al placer; aunque lo que me moviliza es que me resulta poco interesante, casi despreciable, la celebración que se hace de esta nueva forma de ver como supuesta democratización del video. Para mí, en cambio, youtube tiene más que ver con uniformar y degradar las formas posibles de ver, experimentar, archivar, recordar; sin decidirme, claro, si esa degradación además provoca efectos colaterales que puedan crear algo nuevo, distinto y/o positivo, audiovisualmente hablando.
Para investigar otras voces sobre el asunto, volví a Paul Virilio, pero a algunos textos que nunca había tanteado. La lectura de Virilio me resulta terriblemente apocalíptica, algo asfixiante, casi como estar frente a esas pesadillas cronenbergianas donde la carne es lacerada por la tecnología hasta casi confundirse una con otra (no creo que a Virilio le agrade mi comparación de sus ensayos con películas; en fin, deformación cinéfila). En la tercera parte del libro La velocidad de liberación, en un texto llamado "La codicia de los ojos", encontré un párrafo que me ayudó a comprender, ampliar y complicar un poco más mi postura sobre youtube, aunque Virilio sólo se refiere a la cultura digital:
"En fin, los trabajos actuales acerca del tratamiento digital de la imagen arriban, a través de procedimientos algorítmicos de 'reconstrucción visual' necesarios para la elaboración de la visión artificial, a la conclusión de que bien podría existir una especie de energía de la imagen que tendería hacia un mínimo en el proceso perceptivo, de la misma manera que en física la dinámica de un proceso suele ser tal que evoluciona hacia un estado de equilibrio en el que la energía es la más débil posible.
Sea lo que fuera esa energía cinemática que complementaría las energías cinética y potencial, la estandarización de la visión está a la orden del día."
Más allá de lo terminal que parece para Virilio la experiencia del ojo en el contexto de las nuevas tecnologías, creo que esta estandarización de la percepción que implica la experiencia de youtube lleva a reducir la "profundidad de campo" visual, literal y metafóricamente. Aunque lo que sí no sé es si esa opulenta cultura digital como marco perceptivo terminará desembocando en la llegada de una robotización de nuestro globo ocular, como auspicia Virilio.
Por las dudas, tengan cuidado, y no sigan viendo youtube como locos porque tal vez terminen convertidos en Robby the Robot.

domingo, 12 de octubre de 2008

Oh, Good Bye My Godard


Un año después, de vuelta por Vancouver (BC, Canada), veo no sin tristeza que el local de Michael Godard, que tanta extraña alegría habíame causado, ya no existirá más. De aquella foto posteada el año pasado, queda, sí, un vestigio: el cartel tajeado todavía cuelga en el mismo lugar de la calle Grandville, pero tiene los días contados. Ni bien terminen las obras, una sucursal de Aldo, una zapatería fashion que tiene otros locales en Vancouver y alrededor del mundo, borrará la presencia de este artista sensible del rock que produce unas imágenes bastante particulares, donde las aceitunas se trepaban a las copas de Martini y también las frutillas eran diminutos seres intrépidos. Su biografía oficial todavía termina asegurando que Michael Godard es "el artista más prolífico e influyente de nuestro tiempo". En Vancouver, por lo menos, se le acabó el tiempo de influencia. Nos quedará el recuerdo.