martes, 11 de septiembre de 2007

Sueños agradables


En los últimos siete años, Alain Guiraudie dirigió tres películas; no es un mal promedio considerando que, con algunas excepciones célebres (Fassbinder, Godard, Raoul Ruiz), el ejercicio del libertinaje creativo y la continuidad en la producción cinematográfica nunca se llevaron demasiado bien. Es que el onirismo político de Guiraudie tal vez sea lo más desconcertante de la última década del cine francés.

Ce vieux rêve qui bouge /That Old Dream That Moves, Francia, 2001, 50'.
Jacques es un obrero contratado en la etapa terminal de una fábrica semiderruida, que le confiesa su amor a su capataz pero no es correspondido; paralelamente, otro obrero, un hombre robusto y casado, trata de conquistar a Jacques sin fortuna. En el último día de trabajo se revela que el triángulo de amor bizarro no se concreta. El cierre de la fábrica coincide con el fracaso del triángulo: el fin del mundo del trabajo es el fin del deseo. De esta manera, el film explora una desintegración laboral y sexual, con una tristeza medular, que se transforma en la representación de un microapocalipsis lento sostenido con sequedad y algo de humor que surge de sus planos con cara de póquer. Porque el espacio cinematográfico está moldeado casi exclusivamente con planos generales fijos y distantes, con una insistencia en señalar el fuera de campo, para potenciar la incomunicación entre los personajes. Por ejemplo, el capataz aparece en el filo del encuadre para observar al obrero homosexual y luego se retira sin decir palabra, como si una fuerza extraña lo empujara a salir del plano. Esa escena se repite y genera un suspenso voyeur en el interior de cada encuadre, como si la mirada tratar de encontrar en esa perspectiva que se abre en la imagen alguna señal sentimental de los personajes. No es un detalle menor en la película la acertada inclusión de personajes y situaciones que no circulan en el imaginario gay mainstream y que, además, se propongan ecos eróticos en cuerpos de obreros canosos, gordos, robustos y velludos que rara vez son representados como físicos deseables o sexuados.

Pas de repos pour les braves /No Rest for the Brave, Francia, 2003, 107'.
La premisa narrativa es sutil y paradójica: un joven sueña que si vuelve a soñar morirá, por eso está condenado a una vigilia eterna para sobrevivir. Pero, para no perder la dimensión onírica, el joven convierte su vigilia en sueño. Así, la película desempolva magia pura para corroborar la gran máxima de Macedonio Fernández: no toda es vigilia la de los ojos abiertos. Y Guiraudie, fiel a su enrevesado universo, escapa a todo lugar común de la representación de sueños lúcidos o relatos oníricos. Por ejemplo, un excelso cover de Pretty Vacant de Sex Pistols se transforma en un remolino sigiloso que en su envión arrastra a un personaje que ve como el mar se traga a su amante, viaja en avión por tierra y acribilla a un pueblito entero del sur de Francia. Todo este descontrol contado con una alegría desbordada, porque ante todo esto es una comedia. Y no hay tristeza ni claustrofobia al estar atrapado por un sueño vivo o por la locura. Porque el hallazgo de Guiraudie es que la demencia se parece mucho a la versión más feliz de la libertad total: una bufa narcolepsia existencialista.

Voici venu le temps /Time Has Come, Francia, 2005, 92'
Guerreros y cautivas, terratenientes y campesinos, todos pasajeros de Obitania, el paisaje rural donde se ubica otro extraño sueño lúcido de Alain Guiraudie. A partir de un realismo anacrónico, mostrando la otra cara del particular estilo onírico desplegado en su primer largometraje, Guiraudie mantiene sus fetiches autorales con una visión tan compacta como intransferible. Entre un nonsense medieval cercano a los Monty Python y una sucesión de encuentros homoeróticos de una virilidad laxa, el guerrero Fogo Lompla se debate entre trabajos por encargo y deseos carnales quiméricos. En Obitania, la economía tiene una lógica tan insólita como el sexo, y todo se disuelve en una trama de intrigas que de tan explicada se torna absurda. Rimamba, uno de los sujetos amorosos del protagonista, dice: “He soñado con una máquina imposible, pero que es posible desde que la soñé”. Eso es el mundo de Guiraudie: una máquina de cazar los sueños posibles más libérrimos e impropios del cine actual.

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